12.4.14

El aura


Cuando algunas personas entran a la vida de uno, no hay mucho que se pueda hacer para evitarlo. No si te conectan lazos como otras personas, lugares, encuentros. Y uno no puede volver el tiempo atrás y nunca conocerlas. Tampoco puede simular que nunca se acercó, o supo su nombre o lo que estudiaba, por ejemplo. Y qué pasa si uno se acerca aún más? Si se acerca lo suficiente como para ver sus metas, sus pasiones, sus miedos, sus certezas. Y se va empapando en todo conocimiento que comprenda a ésta persona y su constitución de ser. Se empieza a sentir afecto y uno ya no quiere olvidarla, quiere verla más seguido y compartir esos momentos de largas charlas invaluables que sólo una amistad verdadera puede darle. De esas que parecen playas pero en realidad esconden mucho, muchísimo. Y significan aún más. Estas personas, estos efímeros cofrecitos de secretos, promesas, sueños, esperanzas y resguardos de la realidad, son justamente eso... efímeras. Uno desearía no tener nunca que desprenderse de aquel encuentro casual cada tanto o, de esos otros tan esperados y planeados cuando los horarios de las dos son ajustados. Lo que se espera es que esos sueños compartidos, lleguen algún día a cumplirse y la felicidad compartida nos colme día a día. Que los caminos se retroalimenten. Por que de eso se trata la amistad. Que todas las risas se puedan compartir porque así son más lindas y llenan más. Y todas las tristezas y dolores también, así duelen menos. A veces la vida tiene otros planes, y hay que saber vivir con eso, me repito siempre desde que una de esas personas se fue. ¿Alguna vez conocieron a alguien tan brillante que les alegraba el día con su sola sonrisa? ¿O que era tan confiable como uno mismo a la hora de guardar secretos? Yo sí. Y ahora que lo escribo, siento que fui muy afortunada. Esos brillitos, esas lucecitas, esos halos que la rodeaban.. siguen acá. No se pueden ir porque se quedaron pegados a las personas que ella conoció y acarició. Yo conocí sus sueños y sus deseos con tanta felicidad como a mis propias metas. Yo la abracé cuando ella lo necesitó y recibí su abrazo cuando así lo esperaba. Reímos mucho y también compartimos algún que otro dolor. Ahora ya no sé quitarme esta sensación de su presencia lumínica en cualquier risa o chica de pelo largo y castaño. Porque la suelo ver muy seguido, esperando que sea ella.. Porque la última vez que la vi, estaba acostada en mis piernas y yo le acariciaba el pelo mientras charlábamos de la vida y nuestro futuro. Porque sus lucecitas me siguen, pegadas a mi ser como gotitas de lluvia. Y en mi corazón guardo esos momentos de amistad, por siempre-. 

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